martes, 7 de mayo de 2013

El escritor...

Esto parece un desierto... Hace meses que no reflejo aquí nada de lo que pasa en mi vida y, sinceramente, no es porque no me pase nada, ni no tenga ganas de desahogarme. Ni mucho menos... Miles y miles de ideas pueden pasar a diario por tu cabeza, emocionantes, brutales, revolucionarias, efectivas... pero, cuando el papel en blanco se enfrenta a ti, todo parece desvanecerse como agua entre los dedos. Y, si quieres que la cosa funcione, tienes que plantarle cara a ese gigante llamado “Mente en Blanco” y seguir al pie del cañón, hasta que a las musas les dé por aparecer... pero es ahí donde entran nuestras amigas, pereza y desidia.

Sí, la pereza y la desidia son los peores enemigos del talento artístico. Y eso incluye a la escritura. Muchos (la mayoría) se creen que escribir se reduce a tener talento, a saber hilar palabras, a inspirarte... los cojones, hablando mal y pronto. Lo verdaderamente difícil es, como todo en la vida, la constancia. Porque sí, es muy sencillo tener una idea, incluso empezar a desarrollarla con toda la ilusión del mundo, pero lo complicado es no aburrirte de ella enseguida, o encontrar algo más sencillo a lo que dedicar tu tiempo. Y es en esos momentos en los que tienes que concentrarte en el objetivo, y en algo que sólo los que dedicamos parte de nuestra vida a esto conocemos: la satisfacción del objetivo cumplido. Esa sonrisa boba que asoma a tus labios cuando lees tu obra ya terminada, o (por qué no decirlo) cuando algún lector te da la enhorabuena y te dice lo mucho que ha disfrutado leyéndote. Porque, no nos engañemos, el disfrute ajeno y la felicitación de los demás es algo que cualquiera que publica algo busca. En caso contrario, se lo quedaría exclusivamente para sí mismo...

Evidentemente, eso implica saber aceptar las críticas, que no siempre son amables o constructivas. Porque, amigos lectores, este mundo está lleno de gentuza que no tiene nada mejor que hacer que faltar al respeto al trabajo de los demás, cuando podrían quedarse callados (muy diferente a mentir, ojo)... y eso hay que aguantarlo. Es a lo que uno se expone cuando hace algo público por voluntad propia, así que, como se dice popularmente, “ajo y agua”. Ahora, es innegable que esta es otra de las razones que más influyen en que cueste tanto realizar un trabajo artístico: el miedo al rechazo. Aterra pensar que, después de que tú te lo has currado tanto, algún listo va a tirar tu trabajo por tierra, hundiendo en la nada todas esas horas que tú le has dedicado a tu proyecto. Pero bueno, es cuestión de valentía, de echarle un par y sonreír también ante las críticas destructivas. Como diría aquella, “dientes, dientes, que es lo que les jode”. Y olé.

En fin, afortunadamente, todo esto de la desidia y el abandono tiene una fácil solución, al menos para mí: comprometerse. Es por eso que hoy, en público y aceptando todas las consecuencias, me comprometo a dedicarle algo más de tiempo a esto de escribir, que ya me vale. A ver lo que me dura el convencimiento... hasta el siguiente Gin-Tonic, seguramente.


Dedicado a mi gran amigo y colega Sergio, probablemente la persona que mejor entienda lo que acabo de escribir... Más vale tarde que nunca, ¿no? ;)