jueves, 24 de junio de 2010

It's been a while...

Otoño había empezado frío... O, al menos, a eso quería atribuir yo los escalofríos que me recorrían el cuerpo de tanto en tanto. Lo cierto es que estaba nervioso, muy nervioso. Me arrebujé en mi cazadora mientras miraba la hora en la pantalla azul de mi viejo y maltrecho móvil Samsung. 6:31 a.m. Como de costumbre, mis nervios me habían hecho apresurarme, e iba a llegar pronto a la parada del autobús.

A esas horas, todo estaba en silencio. Pasé al lado de ese bar que empezaba a estar de moda, y me fijé que ya había alguna luz encendida dentro. "Las limpiadoras madrugan más que yo", me dije... Tendría que empezar a acostumbrarme a esos horarios, y a la hora y media diaria de autobús que me esperaba (y otro tanto, mínimo, de vuelta). Era agobiante. Casi tanto como pensar en lo que me depararía el futuro, al otro lado de ese trayecto. En cualquier caso, tenía que intentar convencerme a mí mismo de que nada es definitivo, y que siempre se puede cambiar de opinión, como podría hacerlo en caso de darme cuenta de que me había equivocado.

Aunque la verdad es que no había tenido demasiadas dudas. Por alguna razón, no me había planteado dedicar los próximos años a nada demasiado alejado a lo que finalmente había elegido, y en ese sentido estaba tranquilo, porque sabía que no había nada que se me fuera a dar mejor. Lo que me intranquilizaba no era eso, sino el hecho de no saber qué me iba a encontrar, y, sobre todo, a quiénes.


Han pasado casi 5 años desde aquella mañana de Septiembre. Hoy puedo contar lo que me encontré al otro lado del trayecto... Me encontré mucho esfuerzo, muchas horas, muchos sacrificios, dudas para el futuro. Hojas de apuntes, bocadillos de tortilla, pizzas de bechamel, libros de Excel. Muchos quebraderos de cabeza, llantos, angustias y estrés. Y diversión, a raudales. Estilo, mediodías al sol, confidencias, imparables ataques de risa. Pero, sobre todo, me encontré personas.

Profesores anticuados, retrógrados, machistas, infinitamente sabios (hasta el punto de parecer la Wikipedia), infinitamente idiotas (hasta el punto de no saber su propio temario). Profesoras irritantes, malfolladas, absorbe-pantalones, zumbadas, simpáticamente ceceantes, incapaces de afrontrar sus frustraciones, capaces de comparar a Obama con una hez de corzo. Compañeros vagos, trabajadores, divertidos, aburridos. Fugaces, pero inolvidables. Eternos, tan arcaicos como la propia Facultad. Feos, guapos, agradables, repulsivos, follables, de esos que no tocarías ni con un palo, asexuales. Chonis insoportables, pijas con jardín y limacos, neanderthales de minuto y medio.

Gente con un lazo rosa. El "hippismo" personificado, u otra manera de hacer un trabajo de Botánica. Una chica callada y sonriente, pero con una hijoputez interna en crecimiento exponencial. Los más maravillosos rizos, y la risa más contagiosa. Alguien orgulloso de su pueblo, ante todo, y que en sueños me recomienda disfrazarme de Capitán Pescanova. Alguien orgulloso de mi pueblo, ante todo, y con potencial para gobernar el mundo... o la UPV. La voz de la sensatez, que no duda en vestirse a juego para las fotos y en teñirse el pelo del rubio más sorprendente. La adorable choni, alguien con quien compartir el amor por el estampado de leopardo y los oros, y que lo mismo te ayuda a comprender lo "pindia" que es una pendiente, como te ayuda a soportar el "sincio" con aires de "raquera". La sonrisa permanente, el batacazo potencial constante, un sonido de cascabeles y un cactus en miniatura. Lo tierno del cuero, los azotes, los tutús negros y el hablar soez.

Y, durante todo ese tiempo, fiel e invariablemente, una zorrupia en la mesa de al lado.