miércoles, 17 de agosto de 2011
Cuánta decepción...
viernes, 13 de mayo de 2011
Behind the curtain...

martes, 14 de diciembre de 2010
El día menos pensado...
Pasas tu existencia auto-convenciéndote, justificando tus acciones, queriendo vender humo a tus frustraciones, como si éstas no fueran parte intrínseca de ti mismo. Y sigues adelante, sonriendo, dando el máximo poder posible al "chip" que te permite cambiar de canal cuando no te gusta lo que tu mente emite, refugiándote en divertimentos varios para no dar importancia a lo que no te interesa dar importancia. Al fin y al cabo, lo que importa es relativo, y uno mismo le da esa importancia con sus acciones y pensamientos.

"Y algunos días, sin razón, ya ni me late el corazón en esta cárcel de rencor..."
Miro la vida pasar - Fangoria
Es entonces cuando, en las circunstancias más insospechadas, algo o alguien destroza por completo el castillo de naipes que con tanto esmero habías construido. De pronto, te das de morros contra la realidad al otro lado del espejo, con esa vida que podrías haber tenido si hubieras tomado el camino alternativo. Una frase brutal y conmovedoramente sincera, una sonrisa cómplice, o un relato de una vida inesperadamente envidiable. Algo que podrías haber conseguido de ser más egoísta, alguien que estuvo en tu misma situación pero eligió ser más atrevido, o alguno de tus más secretos e imposibles sueños hechos realidad a una distancia insultantemente cercana y dolorosamente ajena.
Y, rodeado de una sobrecogedora calma, se te revela esa verdad absoluta. Tus deseos, tus sueños, tus aspiraciones... nunca fueron imposibles. Tú los hicistes imposibles. Y la pelota vuelve a estar en tu tejado.
domingo, 10 de octubre de 2010
The ultimate sin...
Parece que la dichosa cancioncilla está acabándose por fin... Pues no. Falsa alarma. Siempre caigo. Mierda de DJ. Las locazas de siempre están dándolo todo encaramadas en las mesas, haciendo del término "ambigüedad sexual" algo completamente insólito. Sorprendentemente, hay un hueco en la barra, así que me lanzo hacia él, cual hiena que descubre un elefante recién muerto sólo para ella. Dior bendito, eso no era vodka, era Eau de Rochas... Cuando, tras un par de gritos, el camarero por fin entiende lo que le pido y me sirve el cubata, no me queda más remedio que vagar sin rumbo entre el gentío, esperando encontrar pronto (y milagrosamente) a mis acompañantes.
Es entonces cuando ocurre. La bochornosa tonadilla de verano termina por fin, y se oyen los primeros compases de un tema de Pereza. Esto sí. Drogas, alcohol y depravación... it feels like home. El humo de quinientos cigarros se arremolina frente a mis ojos hasta que, en un golpe de aire acondicionado, mi vista se despeja, y ahí, a tres metros, apareces. Como una aparición mariana, pero cambiando la luz divina por un foco de luz intermitente, el olor a incienso por el de los porros del rastafari que tengo al lado, y el coro celestial por la voz cascada del tal Leiva. So much better, dónde va a parar.

Y, siguiendo con el símil religioso, me acuerdo del pecado original. La dichosa serpiente, la dichosa manzana, la dichosa tentación. Pues muy bien... puedes llamarme Eva. En realidad, como sigas moviéndote así, puedes llamarme como te dé la real gana. Y cuando te dé la real gana.
Porque tú, jodida perfección vestida de marca, superas eso del pecado original. Es más, diría que superas lo de los 7 pecados capitales, y de largo... Avaricia, porque el simple hecho de mirarte es un malsano vicio del que siempre quiero más. Envidia, porque en esta situación, rodeados como estamos de patéticas quinceañeras borrachas, patéticos treintañeros desesperados y patéticas parejas que más bien parecen aspiradoras, eres capaz de conservarte en perfecto estado de conservación (y de follabilidad). Soberbia, porque sabes lo que provocas en la gente que te rodea, y te encanta. Y a mí me encanta más. Ira, porque ahora mismo te arrancaría tu preciosa y cara ropa a lo bestia. Gula, por lo que haría acto seguido. Lujuria, porque eres la encarnación de la misma. Y pereza, porque, con tu perfecta cara apoyada en el otro extremo de la almohada y tu cegadora media sonrisita de suficiencia dirigiéndose a mí, el cigarrito de después tiene que ser épico.
Sí, definitivamente, lo tuyo es superior. Vas más allá, mucho más. Eres el Pecado Supremo. Joder, creo que necesito otro chupito. O dos.
miércoles, 11 de agosto de 2010
Cosas que me sacan de quicio, Vol.II...
- Megaupload y su irritante manía de inventarse descargas simultáneas e inexistentes desde tu dirección I.P.
- Las señoras garrulas, gafosas y con vestido rojo que se atreven a criticar por televisión el final de la mejor serie de la historia sin haberse enterado de una puta mierda.
- Ese híbrido de programa de actualidad y "humor" que llaman "Tonterías las Justas".
- El momento en el que el agua, ya sea del mar o de una piscina, alcanza el nivel de las pelotas.
- El actual Presidente del Gobierno.
- El futuro Presidente del Gobierno.
- El anterior Presidente del Gobierno.
- Y el anterior también.
- La gente que, inmediatamente después de preguntarte qué carrera estudias, te pregunta "pero, ¿y eso qué salida tiene?".
- Los chistes y monólogos de la España cañí, perpetrados por personajes como Arévalo, Los Morancos o (y esto ya es el súmmum) Jaimito Borromeo.
- El "Sueño Americano", o que haya personas que tengan como máximo objetivo en la vida formar una familia clásica, con dos hijos, perro y un chalet con piscina.
- La idealización como Obras de Arte de mediocridades con argumento copiado de Pocahontas y bichos saltarines de color azul.
- Que alguien necesite más de 10 años para desarrollar esas mediocridades.
- La eliminación de mi favorit@ en cualquier "reality".
- La no eliminación de mi Bestia Negra en cualquier "reality".
- Mi madre en "Modo Víctima de sus Malvados y Vagos Hijos".
- Los brotes de patriotismo repentino causados por un simple deporte, por muy divertido que sea.
- Los proyectos quinceañeros de chonis que dan berridos a tu alrededor en el autobús al son de la última canción de Pitbull en su móvil rosa fucsia.
- Los Ayuntamientos que no tienen dinero para poner una Diskofesta en fiestas de su municipio, pero sí para organizar actividades en las que sus futuros y decrépitos votantes puedan bailar pasodobles y sevillanas.
- La falta de inspiración cuando más la necesitas.
- Tener que editar las entradas del blog cuando, una vez publicadas, deciden trastocar todo su formato.
jueves, 24 de junio de 2010
It's been a while...

Han pasado casi 5 años desde aquella mañana de Septiembre. Hoy puedo contar lo que me encontré al otro lado del trayecto... Me encontré mucho esfuerzo, muchas horas, muchos sacrificios, dudas para el futuro. Hojas de apuntes, bocadillos de tortilla, pizzas de bechamel, libros de Excel. Muchos quebraderos de cabeza, llantos, angustias y estrés. Y diversión, a raudales. Estilo, mediodías al sol, confidencias, imparables ataques de risa. Pero, sobre todo, me encontré personas.
Profesores anticuados, retrógrados, machistas, infinitamente sabios (hasta el punto de parecer la Wikipedia), infinitamente idiotas (hasta el punto de no saber su propio temario). Profesoras irritantes, malfolladas, absorbe-pantalones, zumbadas, simpáticamente ceceantes, incapaces de afrontrar sus frustraciones, capaces de comparar a Obama con una hez de corzo. Compañeros vagos, trabajadores, divertidos, aburridos. Fugaces, pero inolvidables. Eternos, tan arcaicos como la propia Facultad. Feos, guapos, agradables, repulsivos, follables, de esos que no tocarías ni con un palo, asexuales. Chonis insoportables, pijas con jardín y limacos, neanderthales de minuto y medio.
Gente con un lazo rosa. El "hippismo" personificado, u otra manera de hacer un trabajo de Botánica. Una chica callada y sonriente, pero con una hijoputez interna en crecimiento exponencial. Los más maravillosos rizos, y la risa más contagiosa. Alguien orgulloso de su pueblo, ante todo, y que en sueños me recomienda disfrazarme de Capitán Pescanova. Alguien orgulloso de mi pueblo, ante todo, y con potencial para gobernar el mundo... o la UPV. La voz de la sensatez, que no duda en vestirse a juego para las fotos y en teñirse el pelo del rubio más sorprendente. La adorable choni, alguien con quien compartir el amor por el estampado de leopardo y los oros, y que lo mismo te ayuda a comprender lo "pindia" que es una pendiente, como te ayuda a soportar el "sincio" con aires de "raquera". La sonrisa permanente, el batacazo potencial constante, un sonido de cascabeles y un cactus en miniatura. Lo tierno del cuero, los azotes, los tutús negros y el hablar soez.
Y, durante todo ese tiempo, fiel e invariablemente, una zorrupia en la mesa de al lado.
domingo, 23 de mayo de 2010
Historia de un viaje...
Un par de filas por delante, una mujer de raza negra charlaba con su marido sobre el trabajo de éste y lo mucho que necesitaban esas vacaciones. Al otro lado del pasillo, un joven elegante pero de aspecto cansado miraba meditabundo por la ventanilla. Poco antes de que se encendieran las pantallas de aviso de "Abróchense los cinturones" pude ver a una azafata morena llevando a un hombre calvo en silla de ruedas hasta su asiento. Al lado de éste se sentaba una pareja joven, ambos muy guapos, de aspecto californiano. Ella parecía la típica niña rica caprichosa, y él parecía estar acostumbrado, por desgracia, a ello.
Fuimos cogiendo altura poco a poco, y entonces comencé a darme cuenta que el vuelo no era tan común y corriente. La gente que viajaba en ese avión, las cosas que ocurrían en él... Era todo fascinante. A mi derecha tenía a una chica rubia, no mayor de 19 años, con un enorme bombo a punto de reventar. Parecía feliz con su embarazo, pero de vez en cuando podía atisbarse en sus ojos una sombra de infelicidad, de tristeza... Algo más adelante, un hombre trajeado se sentaba al lado de una chica joven, muy guapa y muy seria. Mientras ella ignoraba las bromas que su compañero de viaje le hacía al oído, yo me iba quedando enganchado a su tremendo magnetismo y a su enorme atractivo, salvaje y peligroso. De pronto, oí una airada voz de hombre hablando en un idioma extraño. Me giré y, a mi izquierda, una pareja de chinos, japoneses, coreanos, o algo así, discutían. O, más bien, él parecía estar recriminándole algo a ella, que permanecía inmutable, pero al borde del llanto.
Ya estábamos a bastante altura, y decidí levantarme e ir al baño. Sonreí al niño que se sentaba detrás mío, y que llevaba todo el viaje acosando a su padre a preguntas sobre el estado de su perro en la bodega del avión. Fui andando por el pasillo, y me fijé en un enorme pasajero que ocupaba dos asientos y que escuchaba, sonriente, música con sus cascos. Tan alucinado estaba yo con las enormes proporciones del muchacho que no vi venir por el pasillo a nadie, y cuando me giré ya no pude evitar chocar de frente con un chico rubio con cara de malas pulgas y camisa tejana. El tío me dijo algo así como "Mira por dónde andas, Harry Potter", y siguió su camino. Nadie pareció notar el incidente, salvo un moro con cara de pocos amigos, vestido con una camiseta de tirantes negra. Decidí no quedarme mirándole demasiado rato, no tenía pinta de ser muy agradable...
Estaba a punto de llegar al baño, y me di cuenta de que, rodeado de toda esa gente que, en general, parecía ser tan infeliz, me sentía a gusto. Como si todos representaran, de alguna manera, una parte de mí... En fin, enseguida mis pensamientos metafísicos fueron interrumpidos por un rubio bajito y barbudo que aporreaba la puerta del baño como si no hubiera un mañana. El tío, que tenía pinta de estrella de rock trasnochada, desistió y, deseándome suerte, volvió a su asiento.

Antes de intentar entrar en el baño, eché un vistazo a la parte trasera del avión, que también iba hasta los topes. Cerca del baño, una mujer latina con aspecto amenazante me miró como diciendo "qué coño miras, frikazo de mierda??", así que desvié la mirada hacia su derecha. Allí, junto a la ventana, una joven rubia observaba las nubes con ojos soñadores, como si en la inmensidad del cielo pudiera encontrar la paz interior que necesitaba. Giró su cabeza y me sonrió amablemente. Detrás de ella, un enorme hombre negro rezaba con los ojos cerrados mientras apretaba un amuleto, sorprendiéndome por lo inusual de su aspecto para ser un cura.
La voz de un hombre a mi lado me devolvió a la realidad. "Hey, brotha, ¿¿necesitas ayuda con la puerta??", me dijo, mientras me sonreía con cara de simpático chalado. A su lado, una guapa mujer castaña le miró silenciosamente, pero sus ojos lo decían todo: "cariño, ¿¿ya estás otra vez hablando con desconocidos como si los conocieras de algo??" De repente, la puerta se abrió, y del baño salió un hombre menudo, con ojos de sapo y mirada inquietante. "Perdón, me había quedado encerrado...", dijo, pero la manera en que lo dijo dejó claro que se había quedado encerrado porque lo había planeado exactamente así. Entré en el baño, me lavé la cara y, mirándome al espejo, comprendí que me había enamorado completamente de ese vuelo...
Abrí la puerta, y me encontré de frente con una cara desconocida. Era una mujer rubia, alta, de ojos tristes y gesto taciturno. A pesar de su enigmático aspecto, pude ver en su interior una gran bondad, y también un gran dolor. Volví a mi asiento, con los sentidos alerta, esperando encontrarme con cualquier cosa. Cuando me senté, vi que había una pareja sentada a mi lado. Probablemente habían estado ahí desde el despegue, pero no me había fijado en ellos hasta ese momento. Discutían sobre unos diamantes, o algo así. No lo sé, no pude seguir atendiendo a su conversación, porque en ese momento el piloto, un hombre con un corte absolutamente ochentero en su pelo canoso, nos saludó a través de unas pantallas de TV, deseando que estuviéramos teniendo un feliz viaje. Después, comenzó una película antigua, en la que un asiático hablaba a la cámara de algo que no fui capaz de comprender.
Por mi lado pasaron en ese instante tres dispares personajes: una exuberante mujer pelirroja, un apocado y pequeño hombre barbudo, y un oriental de gesto indeferente. La mujer escuchaba, aparentemente interesada, una emocionada diatriba del barbudo sobre física cuántica, pero de vez en cuando miraba por encima del hombro de éste al hombre oriental, como si ambos conociesen un importante secreto o tuvieran un misterioso pasado común. Yo estaba exultante, no podía quedarme sentado, y me levanté con la intención de pasearme por el avión y absorber todo lo que pudiera de las apasionantes y atormentadas vidas de mis compañeros de viaje. Además de todas las personas en las que ya me había fijado, pude ver a más gente, como una madre y una hija que charlaban en francés emocionadas, como si llevaran años sin verse; o una mujer morena y con cuerpo atlético, que observaba con aspecto crítico la foto de una estatua egipcia en la pantalla de su portátil; o un hombre de edad indefinida y ojos de un negro intenso, que captó mi interés cuando me saludó amigablemente con acento canario. Seguí dando vueltas por el avión, sorprendiéndome y emocionándome con cada cosa que veía, y particularmente intrigado por una especie de humo negro que asomaba de vez en cuando por los conductos de ventilación y que todos los viajeros parecían querer evitar.

Y ahora, después de tanto tiempo, ha llegado el momento. Ha llegado la hora de llegar a destino, abandonar el avión y despedirme, para siempre, de todas esas apasionantes historias que me han acompañado en este maravilloso viaje. No puedo negar que voy a echarles mucho de menos... Pero es lo que hay, pues todo viaje tiene un principio y un final. Así que no me queda más que abrocharme el cinturón por última vez y vivir al máximo el que seguro que será un aterrizaje trepidante, pero nada forzoso. Porque hoy, por fin, el viaje llega a su fin.
Feliz aterrizaje a todos...